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CUERPOS AFROFEMENINOS

Partiendo de la realidad en la cual estamos inmersas, este escrito pretende realizar una reflexión sobre las herramientas de(s)coloniales desde el quehacer artístico que pueden aplicarse como parte del proyecto “Cimarronas Contemporáneas” que parte de reivindicar los cuerpos afrofemeninos en la Costa Chica de México y el Departamento del Cesar, Colombia. Plantear un análisis de cómo es visto y agenciado el cuerpo afrofemenino de estas regiones a partir de políticas de colonización para posteriormente plantear unas estrategias desde las teorías estudiadas que puedan ser aplicables. ¿Cuál es la propuesta para romper con dichos esquemas y aplicar paradigmas “otros”? 


 

La colonialidad del poder que tiene que ver con las esferas políticas y económicas, es el primer punto de esta reflexión, para así entender que las relaciones de dominación y explotación se han dado como la instauración del poder global sobre todo lo que habita este mundo. Ideas y jerarquizaciones que vienen de un poder eurocéntrico impuesto, desde las relaciones entre seres humanos -pasando por las diversas intersecciones de género, raza, clase, especismo, etc.- hasta las relaciones con la naturaleza, su explotación y extracción. Esto es lo que caracteriza y rige este sistema capitalista. 

 

La colonialidad del saber, es lo determinado por la cuestión epistemológica. De igual manera, son relaciones de poder que han determinado las formas en que se adquiere el conocimiento, así como instaurar jerárquicamente que sí es válido y que no, en estas esferas. Hay que empezar a romper la barrera entre el trabajo manual y el trabajo intelectual, pensar que la enseñanza sea en ambas vías y no en sentido vertical. Apostar por otras maneras de (des)aprend(h)er. Pensar en la manera en que se adquiere el conocimiento, que no niega la historia propia, la genealogía propia. Como por ejemplocomo lo ha planteado Donna Haraway con el conocimiento situado y otras activistas afros con las epistemologías feministas negras. El saber como algo que porta todo ser humano.

 

Y finalmente la colonialidad del ser, que es la experiencia ontológica que se vive, que termina inferiorizando o subalternizando a ciertas poblaciones según las características de género, raza, de sexualidad, etc. Parafraseando a Maldonado-Torres, mencionado por Restrepo (2010, 158), la colonialidad del ser son los efectos de la colonialidad no sólo en la mente, y estos efectos llevan a la deshumanización. La raza negra ha tenido una historia de muerte y violencia que ha marcado su existencia en este mundo. Esta historia es indispensable para pensarse como es que la colonialidad del ser desde las relaciones de poder afectan a esta población. Fannon es muy claro cuando habla de ello, no sólo se está hablando de una realidad individual, sino que se vuelve colectivo, sus efectos a nivel político y social se denotan cuanto encontramos la falta de derechos, falta de justicia e invisibilización en las comunidades negras en toda América Latina. Incluso entre los propios grupos subalternos hay diferencias, no es lo mismo hablar desde el ser indígena al ser afrodescendiente.  Es por eso importante que los movimientos sociales que están cimentados en la identidad son realmente importantes para combatir la colonialidad del ser. 

La diferencia colonial está determinada por la colonialidad del poder, del saber y del ser. La herida colonial viene de las experiencias vividas por las poblaciones subalternizadas debido a esta colonialidad. La herida colonial es diferente dependiendo de muchas situaciones, pero está visible y está determinada por marginación, sometimiento, injusticia, inferiorización, humillación, violencia y muerte. 

Es a partir de entender como es que está planteada la realidad para sobre eso proponer una vuelta a dichos esquemas. Aquí es donde se propone la opción que Mignolo plantea: la opción decolonial, ligada a la propuesta intercultural que propone Walsh y un paradigma “otro” como una triada para entender y accionar desde otra perspectiva. 

Para abordar estas tres opciones debemos partir desde y a partir de la diferencia colonial, pensar desde el dolor, desde la subalternidad, desde lo local, desde lo que no ha sido nombrado como conocimiento “oficial”, desde la artesanía, desde lo popular, desde lo invisibilizado. La misma herida se puede volver herramienta de reivindicación, pensarlo ya es un proceso decolonial. 

Para dicha opción decolonial, Mignolo mencionado por Restrepo (2010, 162) plantea comprender el presente y pensar analíticamente el futuro, pensar desde los procesos políticos críticos del eurocentrismo que vienen generalmente de naciones indígenas, afrodescendientes, migrantes, latinos, etc. de manera que se pueda buscar una opción diferente frente a lo que pareciera la “única opción”.  En contrario a esta “única opción” podemos pensar también que se plantea una diversidad o pluri-universalidad, un espacio de encuentro de diversas formas, “un mundo donde quepan muchos mundos”. 

Si se nos ha planteado que existe una “única” manera, lo contrario y crítico sería encontrar dónde y cómo es que podemos encontrar este espacio diverso. Ahí es donde podremos ligar el “pensamiento fronterizo”, ese espacio que surgió de la subalternidad, un espacio de encuentro que podría funcionar para encontrar estas maneras, un lugar donde se articula el pensamiento, un espacio de ir y venir, como la frontera geográfica que exploramos los que migramos. Pero este pensamiento fronterizo no es solamente de quiénes han experimentado la herida colonial directamente, sino también de aquellos se identifican con ello. 

Así llegamos a apostar por la interculturalidad, la cual no solamente parte de entender que estamos juntos con nuestras diversas maneras de ver y habitar el mundo, sino que además se pretenda articular, accionar en completa horizontalidad desde los conocimientos, las necesidades, las opiniones, las perspectivas, etc. La interculturalidad va más allá de un proceso o decisión personal, como en México en algún momento se tomó como bandera de “tolerancia” ante los otros. Entonces es importante plantear que debe venir desde abajo, desde los grupos afectados por la diferencia colonial. Debe ser un proceso que contribuya a romper y cambiar las relaciones de poder, pero no solamente entre los grupos hegemónicos y subalternos sino también entre los mismos subalternizados. Que sea un proyecto político y epistémicos como estrategia de decolonialidad, apostando por cambiar las relaciones de poder, de generación de conocimiento y del ser, romper con todas las categorías y jerarquías. La interculturalidad tiene que ver también con retornar al sentido de lo comunal, de la comunidad, romper con las cuestiones individuales que no permiten ver a los otrxs. La interculturalidad no implica desconocer las estructuras instauradas, sino que conociéndolas propone otros diálogos para romperlos.

 

Para Mignolo (2014, 437) dentro de la colonialidad del ser, está instaurado también el sentir, el cómo hacerlo, en que aceptar y que rechazar. A este mecanismo se refiere con la aesthesis. La aesthesis plantea las bases de lo que es la estética, dando pie a que a partir de estas normas se determine que entra dentro de los estándares para ser considerado arte o no. Así es como también los modos de sentir son jerarquizados, aquellos modos que no estén valorizados entonces son considerados folcklore, artesanía, música y literatura popular restándole valor. Descolonizar la estética tendría que estar ligado a romper con estos esquemas establecidos que son regidos también por un valor de mercado y valores de las mismas instituciones. El accionar en el arte desde el sentido descolonial debe aportar por criticar las políticas eurocentristas, criticar incluso el propio término de estética. El arte que no solamente reclame un lugar en las esferas de lo estético institucionalizado, sino que construya otros modos, otros modelos, otros caminos, desde lo subalterno del mismo arte y así recuperar la aesthesis: los modos de sentir. 

 

Si seguimos la lógica de la colonialidad del ser y comenzamos a hablar desde los cuerpos afrodescendientes, tenemos que plantearnos que no será lo mismo que con los movimientos indígenas. La lucha de los cuerpos negros va más allá pues está radicada desde la existencia misma, pues siempre se ha reducido a la deshumanización. Los procesos de descolonialidad tienen que empezar desde adentro, desde el autoreconocimiento para pasar al exterior. Es un sentido de reconstruir la memoria y la resistencia de los que estuvieron antes, de reafirmar la coexistencia con la naturaleza misma por lo que de esta manera también se aporta a la descolonialidad frente a la naturaleza. Pensar un nuevo proyecto de sociedad, un nuevo proyecto de relaciones, de formas de adquirir conocimiento y formas de sentir ligado a la aesthesis. Me afirmo con el orgullo de ser el otro que no ha sido nombrado o ha sido nombrado como en la parte baja de la pirámide jerárquica, reconocerlo y reivindicarlo. Pensar desde las categorías que han sido negada o acalladas, pensamientos que lleven incluso los mismos nombres que se han utilizado para humillar se vuelven la fuerza para afrontar. Más que reinvención es redescubrimiento. Volver a los saberes, dice Silvia Rivera Cusicanqui “Si tu te olvidas de todo lo que significa ser indio no importa de nada la sangre”. 

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