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(Auto)etnografía sobre Vallenato y Mujeres Acordeoneras en Valledupar, Cesar. Colombia.
Trabajo realizado en Taller I, dirigida por la prof. Sonia Castillo
“A la hora de tocar, me paro mejor que un hombre”

(Puya. wendy corzo, 2017)

¡Soy Vallenato de verdad, tengo las patas bien pintas!

(Compai Chipuco, Paseo, Hernán Uriba Jairo)

Llegué a Valledupar en Octubre de 2015, con una intención de aprender a tocar acordeón, en específico, cumbia, alguien me dijo que este era el lugar indicado. Valledupar me pareció un lugar muy caluroso, muy verde y con un aire a pueblo campesino. Llegué sola, con unos ahorros, un acordeón y muchas ganas de aprender. No tenía idea de lo que era el vallenato, ni que existía un festival para determinar reyes cada año. Comencé a ir a clases a una de las escuelas más famosas del “valle” con el maestro el “Turco” Gil. En la escuela comencé a ser una curiosidad frente a todos los niños que estaban aprendiendo, ¿de dónde eres?, ¿cómo llegaste aquí? ¿te gusta el vallenato?, y las preguntas de los adultos ¿con quién te veniste? ¿y tu marido? ¿y no tienes familia aquí? ¿y porqué te fuiste de México? ¿te viniste sola?. Todos los días tenía que responder estas preguntas mientras intentaba entender cómo tocar ese instrumento de manera muy distinta a como había aprendido en México, era difícil para mí asumir que no iba a leer partituras, que no iba a entender que acordes estaba tocando y sobretodo que tenía que conocer el vallenato para avanzar porque si no, no iba a aprender nada. No había viajado tantos kilómetros para desertar. 

Viví durante tres meses con una familia que me arrendaba el cuarto e incluía el almuerzo, durante ese tiempo mi vida estaba dedicada a aprender, me levantaba con ese calor tenaz,  y después de desayunar me iba caminando a la Academia, escuchando vallenato por todas las casas durante mi recorrido. Pasaba tres horas del día intentado tocar; volvía a casa a almorzar y de nuevo salía por otras tres horas más de intentos en la escuela porque no pasó nada más que eso, intentos, durante tres meses. La extrañeza de las primeras semanas empezó a cambiar, pase de ser una desconocida a “la mexicana”, veía a los niños cantar y tocar con una destreza que me parecía que sería imposible que yo llegaría a hacerlo algún día. Al iniciar el cuarto mes no pude más, pues esos tres meses no sólo no lograba nada en el acordeón sino que además la violencia que existía en la casa donde vivía me sobrepasó. Gracias a ese convivio entendí el machismo en toda su expresión, desde las violencias verbales ejercidas por el esposo hacia la mujer de la casa, que además era una mujer más chica que yo con una hija y una enorme necesidad de seguir estereotipos de belleza instaurados por la televisión; la agresividad con la que su hermana trataba a su propio hijo de un año, un niño que llegó a sus 15 años y ella con un pesar de no saber cómo lidiar con eso, los momentos depresivos de ellas por los tratos con sus parejas, las borracheras con Diomedes Díaz, las exigencias de las apariencias en un pueblo chico donde todos se conocen, en la escuela sabía también que algunos de mis maestros decían de mí: es mujer difícilmente va a tocar bien, además ni es de aquí pa eso se nace aquí, perico viejo no canta, esos comentarios me ponían aún más terca, el único que siempre me tuvo mucha confianza y paciencia fue el “El Turco”. Un día cuando de saturación total después de una lección con uno de los maestros más jóvenes que al ver que mis dedos no respondian a lo que él me pedía, simplemente me dijo:  -no vas poder avanzar si ni siquiera puedes con este paseo sencillito, el (señalando a un niño) lleva dos días y va mejor que tú, pero tú quieres tocar cumbia, eso debe ser facilito, simplemente se fue y me dejó. Fue la gota que derramó el vaso y mis lágrimas de rabia e impotencia. El Vallenato del Caribe Colombiano, se ha caracterizado por ser un mundo de hombres. Quienes son los instrumentistas, los compositores y sus  letras, que en su mayoría han reforzado los estereotipos machistas. Empezando por la prohibición de las mujeres desde estar presentes en las “parrandas” hasta solo limitarlas a el baile o el hacer la comida para los músicos e invitados. Durante ese tiempo escuché comentarios como:

Las mujeres no saben tocar, no saben ni agarrar el acordeón

Pos´ es que tocan muy suave, no tienen fuerza

Esta muy bonita, pero no toca, pura apariencia

Los hombres saben como hacerla no como 3 payasitas q se dedican es hablar mal y algunas veces a retar a un rey 

¡Macho es el que hace feliz a la mujer, ese si es macho! (Carlos Vives)

Eso que ve! Pero la mujer sirve para inspirar no para cantar y componer

Las mujeres se conquistan

Esa parece machorra, esa vaina que

Maginate pues, como se suben a la tarima

Estas loca! la mujeres es que están para ser Reina pero de Belleza o que monten un manicure 

A esas mujeres no les van a crecer los senos! por que el acordeón es para el hombre, las mujeres sirven pa otra cosa...

El acordeón se aprende en parranda, no en la universidad (Escalona)

 

Alguien me vio en ese salón, y supongo que avisó al profesor ya que unos minutos después “el Turco” me mandó llamar y llegué a la oficina. Primero me calmó, después me explicó que esa era una parte muy dura de la tradición vallenata -muchos no creen que las mujeres puedan tocar, muchos creen que esto es sólo un don de aquí, y si llega una niña o una mujer a tocar siempre encontrarán pretextos para minimizarla-. Después me contó una breve historia del surgimiento del vallenato, la tradición, las normas instauradas, algunas anécdotas e información que me ayudó a entender, terminó diciéndome  - esto no es de un día, es de meses, de años, no te canses, no te canses nunca, tomate un tiempo, descansa y vuelves- y efectivamente me fui, decidí irme a Bogotá, necesitaba tiempo y espacio para pensar si estaba en el lugar correcto. 

 

Y un acordeón que es el encanto de mi vida, 

me tocaba construirlo con un pedazo de cartón

(Pobre infancia,  Paseo, Marciano Martinez)

El vallenato nace de la juglaría, del sentido narrativo de la tradición oral y es parte representativa de toda una cultural. Sin embargo el vallenato mayormente difundido es el que está apoyado por la industria musical, aquel que contiene letras machistas, compositores y cantantes de fama internacional justificando toda una tradición de  sometimiento a la mujer. En ese tiempo estaban transmitiendo la telenovela de Diomedes Díaz y no sonaba otra cosa en todos lados. Las letras me parecían extremadamente machistas y más que las mujeres las cantaran reforzando estos estereotipos. Aunque si pensamos en los discursos machistas, estos los podemos encontrar en todos los ritmos, en todas las formas, en muchas letras de muchos géneros. 

Volví a Valledupar en febrero de 2016 con aires nuevos y un refuerzo de energía, ya no sería la primera vez y tenía toda la intención de entender a fondo el instrumento y los mecanismo de toda una cultura para apropiarme de lo que pudiera servirme y confrontar con lo que no estuviera de acuerdo. Para este momento había visto la película “Los Viajes del Viento” de Cyro Guerra que me abrió un panorama sobre la verdadera tradición juglaresca del vallenato y su gran valor musical. Tenía claro que existían otros compositores y autores de esta música. Entendía su estructura y la manera de moverse en esta ciudad. Esta vez comencé a vivir con otra familia, que afortunadamente era muy diferente, una familia muy humilde pero amorosa, además con tres hijos que eran músicos e iban conmigo a la Academia, uno de ellos (el Acordeonero, Mario) se volvió mi maestro personalizado y además mi gran amigo. El Turco me recibió contento y algo sucedió en mis dedos que comenzaron a fluir. Tenía claro que decidiría qué tipos de vallenatos quería aprender y cuales estaban simplemente fuera de mis intereses, empecé a buscar y encontrar mujeres que tocaran, cantaran o compusieran vallenatos diferentes. Fui a varios festivales tratando de encontrar resonancia en estos intereses. Al mismo tiempo comencé a trabajar pues los ahorros se habían agotado, obtuve mi cédula de extranjería, comencé a trabajar de profesora de arte con jóvenes de valledupar, comencé a trabajar con el único colectivo de teatro en Valledupar. Encontré mucha música vallenata poco conocida que contienen otros mensajes inspirados en el campesino, en la vida popular, en historias cotidianas, incluso en las luchas populares, un ejemplo de estos son los vallenatos del compositor Marciano Martínez, Máximo Jiménez, Carmelo Torres.

 

¡Cuando Matilde camina hasta sonríe la sabana!

(Matilde Lina, Paseo, Leandro Díaz)

Los siguientes meses pasaron y empecé a conocer a las mujeres que cantan, que tocan el acordeón, pude observar y seguir a aquellas sobretodo niñas o muy jóvenes entraron al mundo de la música vallenata pero no sólo a romper con estos esquemas de ejercer como instrumentistas sino que además el camino tan difícil de romper con los todos los demás estigmas machistas que envuelven este mundo. No basta con tocar bien el acordeón y cantar bien si se siguen cantando las mismas canciones, si se sigue emitiendo los mismos mensajes, si se siguen aceptando los comentarios sobre esta nueva etapa de las mujeres en el vallenato que también ha sido alimentada por la industria. En menos de tres meses yo estaba tocando los cuatro aires vallenatos que eran “requeridos” para considerarse acordeonera. Recuerdo que un día en la Academia estaba terminando mi lección en solitario, estaba en el pasillo de la escuela y no muy lejos de mí estaban los maestros y algunos niños tocando. Fui pasando una por una las canciones, comencé a sentir las miradas de ellos, pero sin que dejaran de hablar, yo seguí concentrada en lo mío aunque sentía sus miradas. Al terminar emití un suspiro, mi mirada paso de los botones del acordeón al palo de mango que estaba frente a mí, una sonrisa se me dibujó en el rostro, no había ningún otro acordeón sonando, cosa rara en esa escuela, un segundo después escuche -mira nada más, ¿cuánto tiempo llevas aquí?- era uno de los maestros, yo no entendí la pregunta y voltie la mirada hacia el grupo -¿porque profe?- -¡ese acordeón canta!- y otro dijo -y canta vallenatos que casi nadie conoce, esos que hablan de lo que somos nosotros-. Ahí comencé a disfrutar tocar, cantar y bailar ciertos vallenatos, siempre siendo consciente que el machismo de esta región a través de esta música está enormemente ligada y romper con este esquema va más allá del vallenato como género musical.

 

Soy la que compone y canta, y en la nota vallenata le ganó a cualquier varón

(Leidy Cortes, Puya)

EVAFE 2018. Esta es la tercera emisión de un Festival Vallenato sólo para las mujeres. El procedimiento de este es el mismo que el Festival oficial, se tocan los cuatro aires (paseo, merengue, son y puya) con la instrumentación tradicional acordeón caja y guacharaca. Llegué a Valledupar unos días antes de comenzar este Festival, como siempre que vengo fui a visitar a mi familia adoptiva, a la Academia a tomar clases y a intercambiar días con mis amigos con los que estoy realizando el trabajo sobre mujeres afrodescendientes. El Evafe este año fue realizado en el Parque de la Leyenda Vallenata, que es un lugar emblemático del Festival Vallenato que se realiza en abril. Ese día la lluvia fue tan fuerte que como siempre sucede en Valledupar todo se paralizó y de iniciar el evento a las 7 pm empezó  a las 9 pm con máximo 30 asistentes lo cual me hizo pensar que era una gran metáfora de la consideración femenina en estas esferas:

  1. Tocar el acordeón. Ser mujer y decidir tocar el acordeón es ya empezar por desafiar una cultura, ya que anteriormente se consideraba prohibido para la mujer tocar ese instrumento. 

  2. Componer otras letras. Las letras de la mayoría de lo vallenatos hablan de  desamor, de traiciones y culpabilizan a la mujer además de justificar las acciones machistas de todo una tradición machista costeña. Hay mujeres que componen y tocan el acordeón que aunque las letras sean simples y no contengan un duro discurso feminista, se revela la necesidad de la voz femenina en estos aspectos.

  3. “El mundo de la música vallenata”. No sólo es tocar bien, componer y cantar, sino que además sigue presente la obligación de seguir las normas sociales que contiene este mundo. El machismo se sigue ejerciendo aún con la supuesta aceptación de las mujeres en su mundo, se notan en actitudes y acciones como las siguientes: Empezar un Encuentro Femenino de Vallenato con el slogan “Vallenato en Tacones”; Frases en el cotidiano hablando de este Festival como “Ella es muy bonita y además toca bien la pelada”, “Si tocas bien y además eres bonita imagínate cuántos hombres no se te van a acercar”; Quitarle conciertos y contratos a una mujer dedicada al vallenato porque fue vista en un bar besando a otra mujer; puntos a calificar en el concurso: 

 

FEMINIDAD: En este apartado debemos aclarar que somos muy respetuosos de las preferencias de cada quien, pero en el escenario y por ser un evento especial para el género femenino tendremos muy en cuenta el vestuario, gestos, ademanes, sutileza, histrionismo y demás cosas que tenemos como propio de las mujeres.

 

La inauguración de este Festival comenzó con un protocolo donde no podía faltar las palabras del Alcalde y el líder de la Fundación que comenzó este Festival. Una serie de incongruencias eran observadas como por ejemplo: la compositora ganadora del año pasado está nominada a los Premios Grammy, entonces se presentó con sólo una canción mientras que la esposa del Alcalde cantó tres vallenatos cristianos. Los comentarios de las presentadoras eran machistas y clasistas como por ejemplo: aquí se demuestra en este Festival que las mujeres si podemos tocar además de ser bonitas. 

 

Para las mujeres nacidas y criadas en el Caribe Colombiano ha sido difícil no sólo enfrentar esta realidad sino que aquellas que han querido romper con estos estigmas son señaladas como “machorras” y son objeto de burlas y exclusión. Algunas de ellas han compuesto temas donde se cuestionan estos estereotipos retando a toda una cultura instaurada en el hombre. Las tres voces analizadas en esta etnografía son de mujeres jóvenes que se presentaron en este Festival, en sus letras exponen como la mujer es cuestionada por subirse a una tarima antes dominada por hombres, además de expresar su enojo por ser señaladas y ser objeto de burla. Aunque no se puede hablar de un discurso contundente feminista estas tres mujeres hablan de una realidad caribeña no sólo desde la cuna del folclor sino de toda una institución que tendría que romperse.

 

Leidy Carolina habla en sus primeros versos, sobre los Festivales, hechos para competir, donde los hombres deciden quién gana y quién no, donde muchas veces las mujeres son excluidas sólo por el hecho de ser mujer. Menciona una de las frases más dichas por la sociedad sobre lo que tiene que hacer una mujer según los estereotipos machistas. Habla también de sus intereses personales, lo que ella tiene que hacer en su vida cotidiana y sus acciones por alcanzar sus objetivos. Leidy además es una mujer joven, afrodescendiente que no es de Valledupar, otro estigma, pues está determinado que quienes son de ahí son los mejores en tocar el acordeón.
 

Se acabó esta valla frita la que tienen los varones

Que se la dan de machista pa imponer sus condiciones

Que nosotras las mujeres servimos es pa cocinar

Ay y yo les voa a demostrar que no es como ellos quieren

Soy la que compone y canta

Como típico razón

Y en la nota vallenata le ganó a cualquier varón

 

Yo soy Leidy Carolina miren como toco yo

Dice el que me solicita yo vivo en apartador

En la buena madrugada yo me levanto a estudiar

Y me voy pa’l Madre Laura porque quiero progresar

Al terminar la jornada yo ensayo con mi acordeón

Un dato que me regala mi papa mi profesor

Ensayo con garra y respeto de una manera adecuada

Por eso estoy preparada pa ganarme el primer puesto



Nataly Patillo, es una mujer joven de Valledupar, lesbiana y rebelde. Ha sido objeto de muchas burlas y exclusión por esto en un mundo tan cerrado y machista. Es una mujer que no se queda callada ante esos señalamientos y a raíz de esto creó sus propios versos para un merengue y una puya que la ha caracterizado. Aunque en sus versos sigue latente las condiciones características del vallenato de competencia, ella menciona que no tiene miedo de decir lo que le parece y demostrar que la delicadeza en la mujeres es un cliché, no se trata de hombres o mujeres sino de valorar la destreza frente al instrumento. 

 

(Merengue)

Cuando se quiere se puede, hoy lo voy a demostrar

Sépanse que las mujeres ya podemos concursar

Aquí  no interesa el sexo si no el que toque bonito

Pa demostrar el talento que dios nos brindó a toditos

Ay “Pero debemos hacer, ay lo que nos corresponde”

Que puede hacer el hombre, que no pueda la mujer

 

(Puya)

Pueden muchos hablar duro y que viven haciendo bulla

Pero cuando tocan la puya no reúnen las condiciones

Yo le digo a los varones que se creen acordeoneros que no tienen rutina

Que yo no conozco el miedo cuando estoy en la tarima

Como ya llegó la hora, cuando se quiere se puede

Pa que sepan las mujeres que ahí están sus represores

Hay muchos de mis colegas que vienen participando

Yo los veo concursando siempre con los mismos temas

A muchos no les da pena de subirse a la tarima

Y que la gente les diga que toquen música nueva

Yo a lado de mis canciones yo me doy a conocer

Hoy van a llorar los hombres en manos de una mujer

 

Wendy Corzo, es un mujer kankuama de la Sierra Nevada de Santa Marta. Es una excelente acordeonera que ha explorado arreglos en su acordeón rompiendo con las líneas de la tradición  musical, proponiendo nuevos estilos en su manera de tocar. En sus versos en la puya habla de las condiciones en las que se ha enfrentado y ha tenido que luchar para ser reconocida como una mujer que toca el acordeón. 

 

(Puya)

La mujer tiene renombre de ser débil de verdad

pero a la hora de tocar me paro mejor que un hombre

muchos saben mi nombre, dicen esa nota pesa

porque toco con destreza y les pesa que soy mujer

mis contendores me ven y tiemblan de pies a cabeza

Conmigo pasan trabajo y mi nota los humilla (2)a

Con lo pitos y con lo bajos ellos a mi se me arrodillan (2)

No es sólo el género vallenato, no sólo este ritmo, el que contiene el machismo, es la letra, es la cultura instaurada en toda una sociedad, es una industria musical, social y política que excluye, señala y castiga a quien no la sigue. La tradición musical y la ejecución con gran destreza y maestría de un instrumento tan complejo, la estructura musical de los ritmos tradicionales, populares pueden transformarse con letras contundentes. Los festivales, no sólo de vallenato, están contenidos de un enorme sentido de competencia y estructuras de doble moral que podrían encontrar otro sentido en pro de la conservación de la tradición cultural a través de la música.

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